sábado, 29 de septiembre de 2012

ZARA MAN


Es un sábado en septiembre en Ámsterdam. Estoy poniendo mi ropa de fútbol en mi bolsa. Estoy en Holanda para trabajar, pero desde luego aprovecho la oportunidad para jugar un partido con mi viejo equipo. A ver. ¿Cómo era? Pantalón corto, camiseta, espinilleras, zapatos, calcetines, toalla y un slip fresco. Esto debe ser todo. Nada puede evitar un partido espléndido. El tiempo en todo caso es maravilloso. ¡Un momentito! ¡Esto no debo hacer! Con alivio saco el slip de la marca Zara de mi bolsa de deporte y pongo otro de una marca desconocida que una vez compré en el mercado de Ponferrada.

El slip no es mi único vestido de la cadena de Zara. Tengo por ejemplo un bonito jersey roso, un pantalón negro más o menos pijo para trabajar y una camiseta de rayos marón y blanco. Son vestidos bastante estilosos que compré por un precio más que razonable durante las rebajas en Ponferrada. La diferencia en precio entre las rebajas y los otros meses es tan considerable que sería un ladrón de mi propia cartera si comprara ropa afuera de los meses baratos. Y gracias a mi fija consejera de vestuario tengo hoy día un guardarropa lleno de prendas adecuadas para cualquiera ocasión. Por cierto, el slip de Zara hoy no voy a llevar.

No, no es que tengo miedo de críticos sociales de mis camaradas del fútbol. Quizás ni siquiera conozcan a Zara. En España siempre hay mucha crítica desde el lado izquierdo a la compañía gallega. Parcialmente es la envidia que gente con éxito o dinero siempre provoca. Hasta chicos laborosos como Messi y Cristiano Ronaldo no saben escapar de estas críticas. Yo mismo no pertenezco a los que piensan que sea ridícula que alguien gane mucho dinero. Si, por ejemplo, me ofrecieran mucho dinero para poder publicar mi blog, vale, no creo que tendría mucha duda en aceptar la oferta. Porque no molesta a nadie. Al contrario, por vía de impuestos contribuiría a educación para todos y mejoramiento de la infraestructura. Estaría bien, ¿verdad?

Pero también hay una crítica más fundamental sobre Zara. La producción lo hacen por gran parte en países dónde los derechos laborales casi no existen. La compañía está acusada de utilizar trabajo de niños. Una vez he buscado en la página web de Zara para ver lo que dicen ellos mismos de este asunto. No obreros de menos de 16 años, es lo que mantienen. ¿Pero eso es verdad? ¿Y que tal las otras marcas? ¿Son mejores? ¿Estos slips del mercado tan baratos, por ejemplo? Tener ideales y respectarlos a veces sale caro.

Que no quiero llevar hoy mi slip no tiene que ver con las circunstancias laborales. Se trata de las letras que están escrito bastante grande en el cinturón del slip: ZARA MAN. Mi viejo equipo ya juega en la competición de los veteranos, pero esto no significa que han perdido un sentido de humor que es casi infantil. Si vieran el texto estoy seguro que gritarían en coro: ‘Is it a bird? Is it a plane? No, it is ZARA MAN!’ (¿Es un ave? ¿Es un avión? ¡No, es ZARA MAN!). Yo lo haría en todo caso. Pero esto no significa que quiero ser la víctima de este tipo de humor.

Es lunes. Con las piernas todavía tiesas por el partido de sábado que desde luego perdimos estoy explicando a una clase de estudiantes el funcionamiento del mecanismo de oferta y demanda. En la pausa unas chicas chinas vienen a mí. Quieren saber si es verdad que vivo en España. Que si. ¿Y el tiempo allí es tanto mejor que en Holanda? Desde luego. ¿Sería fácil encontrar trabajo en España una vez que terminaban sus estudios? Que no, no sería fácil. Una chica sabe una empresa por la cual le gustaría trabajar. Zara. Les cuento que yo también compro mucha ropa de esta compañía. Dudo un momento antes de dejar caer mi pantalón justamente suficiente para mostrar el texto. El resultado es unas risitas. Pero a ninguna de ellas ocurre decir: ‘Is it a bird? Is it a plane? No, it is ZARA MAN.’ 


miércoles, 12 de septiembre de 2012

El viaje


En el coche
Es sábado el 1 de septiembre. Nos levantamos pronto. Tuve una noche intranquila. Todavía viajar me hace nervioso. Aunque he hecho este viaje tantas veces. Pongo mi equipaje en el maletero y me siento en la silla del copiloto. Salimos el garaje. Va a ser otro día maravilloso. Quizás septiembre es el mes más bonito en El Bierzo. Lo voy a echar de menos: las viñas en los primeros colores del otoño; la luz oblicua del sol otoñal sobre los picos de la montaña; los días calientes con las noches frías. Acercamos la estación de los autobuses sin hablar mucho. Todavía despedirnos es difícil. Aunque es solamente para unas semanas. Salgo del coche y cojo mi maleta. Quizás esto era el último viaje con coche de este mes.

En el autobús
Este país es vacío. Los campos vacíos. Las autovías vacías. Será un cambio grande. Este mes voy a viajar entre Ámsterdam y Rotterdam. Quizás la región más poblada del mundo. Con una velocidad constante el autobús cruza la meseta en la dirección de Madrid. Intento leer El País. Otro artículo sobre la crisis. Mis párpados pesan más y más.

En el metro
En Estación Sur noto que mi abono de viajes no más funciona. En una máquina compro un billete sencillo a Barajas. Bajo las escaleras al andén. También este parte del viaje puedo soñar. El Circular hasta Estación Nuevos Ministerios. Allí cambiar a línea 8. A medida que el metro acerca el aeropuerto el número de viajeros con maletas y mochilas crece. Bajo en T4. Para salir de la estación del metro pongo mi billete en la ranura al lado de las puertitas correderas. La maquina hace un sonido chillado. Las puertitas no se abren. Otra vez. Nada. Asombrado miro alrededor. Por todos lados hay máquinas para comprar un suplemento. No hay otra solución. ¡Tres euros! Pero ahora las puertitas se abren. Ando al servicio de información del metro para explicar la situación. Que ya había comprado un billete de dos euros y que por error tenía que comprar otro para poder salir de la estación. La mujer mueve la cabeza afirmativamente. Es correcto. Un suplemento para el aeropuerto. Le respondo: ‘Eso es un atraco.’ Son las palabras que había oído utilizar mi suegro cuando comimos en restaurante caro. La mujer responde pacientemente: ‘Es una decisión de Madrid.’

En el avión
No me gusta volar. Por suerte puedo escribir un poco. Y también preparar las clases de economía que voy a dar este mes. Por la ventana veo que estamos acercando al destino. Esto debe ser Amberes. Mira: los diques de la delta al sur de Rotterdam. Una vista impresionante. El aterrizaje es suave. Después sigue el largo camino del avión sobre el suelo hacia la esclusa. Ahora estoy de veras cansado del viaje. No falta mucho.

En el autobús
¡Es el colmo! Mi abono de transporte público se había caducado. Ahora tenía que comprar una nueva tarjeta chip para el transporte público. Otra vez € 7,50. Y esto todavía sin saldo. ¡Los turistas son la vaca lechera de esta crisis! Es lo que dije al hombre en el estanco del Renfe holandés. ‘A extranjeros siempre aconsejo comprar billetes sueltos,’ respondió. ‘¡Pero son muy caros!’ La misma reacción paciente como in Madrid. ‘La decisión viene de arriba.’ Por suerte estoy ahora en el autobús en dirección de Ámsterdam.

Sobre la bicicleta
Es domingo el 2 de septiembre. El sol brilla. Voy con bici por el Vondelpark. Por todos lados veo gente alegre. Qué diferencia con el malhumor y pesimismo que la crisis parece generar en España. Lo sé. La alegría viene del buen tiempo. Todo el verano había lluvia. Un día hermoso pinta Holanda en colores alegres. Seguramente también hay muchas personas descontentas. Tenemos partidos políticos especiales para ellas. En toda la ciudad se puede leer los eslóganes en los posters para las elecciones. Un poster tiene como texto: ‘Onbeperkt alles!’ ¡Todo, sin límites! Cuando miro mejor veo que no se trata de un eslogan político sino de un anuncio para internet. Sin no, un partido con un eslogan como este tendría una posibilidad de atraer a los votantes decepcionados en otros partidos. Tomo una foto con mi móvil y continuo con mi ruta. ¿Por dónde iré ahora?