miércoles, 21 de octubre de 2015

km0

Ahora que soy un cincuentón, por fin me puedo llamar un convencido partidario de algo. No, no se trata de un club de fútbol. Mi ligera preferencia por el Barcelona desapareció cuando Xavi Hernández se fue. De todos modos parece que el fútbol va a hundirse en escándalos de corrupción e impuestos, y no me extrañaría si dentro de poco a éstos también se sumaran escándalos de doping. No, tampoco es un partido político que me ha convencido tanto que me llamaría un partidario. Aunque veo el avance de los partidos nuevos como Podemos y Ciudadanos como un desarrollo esperanzador, los sigo críticamente con suficiente distancia. El nacionalismo, que hoy día está tan de moda, tampoco me puede fascinar. Los nacionalistas catalanes, los nacionalistas castellanos anti catalanes, los nacionalistas holandeses anti-inmigrantes, me parece que todos buscan una identidad que ya no existe si la hubo alguna vez, mientras en muchos países europeos los movimientos nacionalistas ya han pasado de ser ridículos a ser peligrosos. Lo que si me atrae tanto que ya me puedo llamar un partidario es el movimiento km0. Comer la comida que proviene del entorno directo.

Sin saberlo ella misma, quizás mi madre ya era una aficionada del movimiento de km0. Siempre elogiaba las coliflores holandesas, las fresas del suelo frío (que significa no de invernadero), las patatas desmenuzables de Frisia y tantas verduras nacionales más. Cuando empecé a viajar por Europa a veces la contradecía como un hombre que ha visto mundo: ‘Pero madre, las verduras de Francia y España son al menos tan ricas como las de aquí.’ Pero hoy día me inclino a darle toda la razón. Desde luego ella no pensaba en los efectos medioambientales del consumo de las verduras nacionales; las emisiones de CO2 todavía no eran un asunto. Ella hablaba de sabor. Lo que viene de cerca es más fresco entonces más rico.

También en El Bierzo siempre existía un no formulado espíritu de km0. Los Bercianos están orgullosos de sus reinetas, castañas, cerezas, peras conferencias y pimientos. En el mercado las verduras y la fruta siempre están anunciados como ‘del Bierzo’. Pequeñas fruterías tienen estantes con productos de la comarca que esa misma mañana han traído de las huertas. También los restaurantes participan en esta tendencia: ya empezaron las anuales Jornadas Gastronómicas de El Bierzo con menús que llevan ingredientes regionales.

Hoy día se recomienda sobre todo comer alimentos que provienen de la región con razones ideológicas: menos contaminación de CO2; estimular la economía regional y el empleo. Para mí, estos efectos son un extra, pero sobre todo me he convertido en un partidario de km0 porque me gusta ver donde crece lo que como. Me da un placer intenso andar por las viñas sabiendo que unos meses después voy a tomar una copa del vino que proviene de allí. La verdad es que tengo la impresión que una botella de vino comprado en un supermercado en Ponferrada ya recorrió una distancia bastante más larga que 0 km: primero desde la bodega al punto de distribución de la cadena, y después de vuelta a Ponferrada. Lo mismo vale tal vez para los pimientos asados y castañas en almíbar del Bierzo. 

¿Qué hace un partidario del movimiento de km0? Cuando voy un sábado al mercado cubierto, el carnicero ya sabe mis preferencias y empieza a explicar donde anduvieron los pobres lechazos de los cuales compro las chuletas, normalmente alrededor de San Lorenzo o Molinaseca. En los restaurantes niego con desprecio un Rioja como vino de la mesa. Cuando veo que un supermercado venden manzanas de Holanda pongo hocico. Y cuando leo que los tomates provienen de Holanda (foto) un escalofrío corre por mi espalda. Durante mi visita a Holanda en septiembre vi en un supermercado en Ámsterdam unas botellas de vino berciano. Vale, de estas compré inmediatamente algunas, aunque habían viajado tantos kilómetros como yo mismo. Nada de km0. Orgullo regional. Y rico.


2 comentarios:

  1. Yo en Holanda soy fan de el vino de Cariñena :p

    En Zaragoza, comía fruta y verdura del huerto de mi padre y mi abuelo,comía carne de los pollos, patos, conejos y pavos de mi abuela, huevos de las gallinas de mi abuela, hasta judías blancas del huerto!

    En Holanda no me fío de lo biológico o ecológico en los supermercados...siempre compro en las tiendas turcas de Lombok (Utrecht) porque las verduras están más ricas....y me choca mucho que en España se vendan tomates (de invernadero) Holandeses! Ni tienen más sabor ni creo que sean más baratos! :)

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    1. Los turcos salvan las verduras y fruta en Holanda. En Amsterdam también compro muchas veces en sus tiendas.

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